Una leyenda egipcia junto al estanque
Una antigua historia asegura que en la llamada Fuente Egipcia hay un tesoro / Se escondió allí en el siglo XVII, durante el reinado de Felipe IV / Para alcanzar el monumento hay que transitar junto a algunos de los lugares más interesantes de este parque público / Muchos árboles ya visten sus colores otoñales
ALFREDO MERINO
No le falta razón a la leyenda. Al menos en cuanto al sitio se refiere. El lugar en cuestión es anodino y, cuanto menos, poco afortunado. Aunque céntrico, pasa por completo desapercibido. Algo que se debe sin duda a los dos quioscos que flanquean al monumento.
Grandones, sus construcciones ocultan el escenario de la quimera, que no resulta visible hasta que uno se encuentra justo delante suyo.
Hablamos de una fuente y la historia habla de doblones, gemas y metales preciosos escondidos dentro de ella. Asegura una leyenda no demasiado conocida que durante el mandato de Felipe IV de Austria, allá por el siglo XVII, en cierta ocasión, tal vez una memorable fiesta campestre, se escondió en alguna parte de los jardines un singular tesoro que, semejante a la rapiña pirata, estaba compuesto por una ingente cantidad de objetos preciosos.
No para aquí la historia, quien sin decir ni cómo ni porqué, asegura que de siglo en siglo, el tesoro cambia de lugar. Por concluir las legendarias indicaciones, éstas advierten que tal caudal de riqueza se localiza en un extraño enclave cercano al gran estanque.
Y a fe que rara resulta esta fuente de aspecto mastodóntico y de la que no mana agua hace un decenio. El monumento en cuestión ostenta dimensiones desmesuradas para el objetivo que se le supone: surtir de agua por su caño dorado. De ladrillo y piedra berroqueña, adornan su aspecto deslavazado tres llamativas esculturas que a la postre justifican su nombre: la Fuente Egipcia.
En las esquinas de su frontispicio montan guardia sedente dos seres fantásticos, cuerpos de león, cabezas humanas de orejas desmesuradas. Enmarcan a una tercera figura situada en el centro. De granito rosado, se supone reproduce a una deidad. El clásico tocado que llevan les remite directamente al tiempo de los faraones.
El rostro hierático de la tercera imagen se sustenta sobre una rotunda vasija responsable del apodo con que también es conocida: La Tripona.
El rey Planeta encargó a Isidro González Velázquez un monumento inspirado en las campañas africanas de Napoleón, que pusieron de moda en las cortes europeas todo lo egipcio. No anduvo muy fino el arquitecto real y le salió un mastuerzo de 15 por 10 metros y una altura de cuatro que, más que a las pirámides, asemejaba a las primitivas mastabas. Aunque debe decirse a su favor que lo que nos ha llegado difiere un tanto del proyecto original.
Tenía la fuente sendas norias laterales, cuyo espacio ocupan hoy los citados quioscos. Asimismo, el arquitecto remató el monumento con una columna, tal vez gemela de la que con más de 30 metros de altura, proyectó colocar en el centro del vecino estanque y que jamás llegó a materializarse.
La de la fuente sí lo hizo, coronando su capitel una estatua de Osiris, o de Ra, aquí las fuentes discrepan. Hoy sólo pervive la base de su fuste aserrado.
El mejor punto de partida para alcanzar tan curioso destino, está en la confluencia de las calles O'Donnell y Menéndez Pelayo. Se abre en esta esquina una puerta al pie de la Montaña de los Gatos, rupestre naturalización del enorme horno de la vieja fábrica de cerámica de El Retiro, convertida en sala de exposiciones.
Justo detrás se localiza la ermita de San Isidoro, traída desde Avila en el siglo XIX. Desde allí se debe continuar hasta cruzar el Paseo de Coches, a la altura de la Fuente de Cuba, esta sí, bien hermosa y de cuyos galápagos e iguanas rebosan incesantes caños de agua. Junto al paseo debe seguirse rumbo Sur, hasta una calle transversal que, a la derecha, alcanza la proximidad del Estanque.
No se verá la Fuente Egipcia hasta situarse justo a su altura, pues la esconde uno de los quioscos. Cuando se alcanza, habrá que darle la vuelta para ver su portada, donde las tres figuras egipcias hacen pensar en la certeza de una leyenda que tal vez sólo ellas sepan cuán cierta es.
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Cuatro ideas para un paseo
LA FUENTE. Fue erigida en la mitad del siglo XVII, bajo el mandato de Fernando IV, llamado el 'rey planeta' por los fastos que tuvo su Corte.
ERMITA ROMANICA. La ermita de San Pelayo y San Isidoro es el único monumento románico de la capital. Antes estaba junto a la puerta de Maladicha, en Avila.
GABINETE DE REPOSO. Junto a la ermita y rodeada por un estanque, está la Casita del Pescador, gabinete de reposo para el rey y su familia.
TIEMPO DE OTOÑO. El paseo permite disfrutar de los primeros colores otoñales que adquiere la arboleda del parque. Las zonas mejores están en torno al Palacio de Cristal y en el antiguo Jardín Japonés.
www.elmundo.es/papel/2008/10/10/madrid/2517230.html
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